domingo, 4 de junio de 2017


EL CALENTAMIENTO GLOBAL Y EL FENÓMENO DEL NIÑO: SUS LLUVIAS TORRENCIALES Y SUS HUAICOS, SUS DESBORDES E INUNDACIONES, SU DESTRUCCIÓN Y DESOLACIÓN


UNA MIRADA AL PASADO, UN MÚLTIPLE RETO PRESENTE Y UNA OPORTUNIDAD A FUTURO


La temperatura del planeta iba a aumentar, se sabía que sería así; pero también que ello tardaría, sí, que demoraría mucho más de lo que ya estamos experimentando. El ser humano, la propia humanidad, ha logrado que la temperatura global se incremente, que más rayos solares calienten los océanos y el agua de estos se evapore. Conocemos lo que sigue. Diversos países del mundo pueden atestiguar las consecuencias: el Perú es el más reciente de la lista.


Pero el aumento mundial de la temperatura no se presentó sólo, sino que tuvo un socio: el fenómeno del niño. Este, conocido por los pobladores de la costa peruana desde tiempos preíncas (conforme lo informan diversos vestigios), ha golpeado al país en ocasiones recientes. El Perú, en especial las localidades de la costa norte, tienen fresco el recuerdo de la presencia de dicho fenómeno en varias ocasiones durante las últimas décadas.


Entonces, tanto el calentamiento global como el fenómeno del niño, eran dos condiciones planetarias conocidas, de cuyos efectos se tenía noticia. ¿Porqué entonces un número alto de fallecidos y tantos damnificados en éste año 2017?, ¿porqué tanta destrucción y desolación?


Para ensayar respuestas serias a ambas preguntas, sugiero realizar un viaje en el tiempo, pero sobretodo en la memoria y en la proyección. Un viaje por el tiempo, desde el pasado, a través del presente y hacia el futuro. Una visión temporal y transversal nos permitirá identificar los verdaderos problemas.


Una vista al pasado es la que ya venimos esbozando: el Perú se ha visto enfrentado a la combinación de dos fenómenos conocidos. ¿Porqué tanto daño entonces? Una cultura de falta de previsión asoma como primera opción, una cultura arraigada, un pensamiento pasivo, una falta de intención innovadora, un desdén por la inversión en seguridad, el desatención a la retroinformación, son los ingredientes de dicha cultura. ¿Y cómo se manifestó esta?


Las autoridades políticas se han sucedido en el tiempo, tanto en el gobierno central, en las regiones, en los gobiernos provinciales y en aquellos distritales. Diversos partidos políticos, frentes regionales y movimientos locales han detentado el poder con el mismo resultado: la falta de una política permanente y articulada entre todos los sectores, destinada a enfrentar las lluvias torrenciales, a aprovechar el mayor caudal de los ríos, y a deshabitar zonas en riesgo. Buena parte de nuestra clase política nos falló, omitiendo toda medida de protección o edificando obras  de triste y comprobada debilidad. La gran infraestructura de seguridad en todo el país aún se hace extrañar.


Pero también nos hemos equivocado los ciudadanos, por elegir a tales autoridades, por seguir el discurso y la promesa de plaza electoral y mitin, antes que la verdad oportuna, desincentivando a la segunda con nuestro voto a la primera, por seguir sin cuidados a la obra tangible sin juicios de calidad. Y nuestro error fue mayor, si vemos como desperdiciamos el agua, como ensuciamos los ríos, y como insistimos en poblar zonas muy cercanas a los cauces de estos, o que antiguamente formaban parte de tales cauces, o áreas sensibles en caso de sismos (atención a esto).


En cuanto al presente, sin duda es muy complicado. A diario se asiste o rescata a poblaciones damnificadas e incomunicadas, se distribuyen maquinarias y alimentos,  etc. El esfuerzo de muchas autoridades es importante, la colaboración de la ciudadanía muy loable, y el apoyo internacional reconfortante. Al escribir estas líneas, la problemática aún se encuentra en pleno desarrollo: desde Túmbes, Piura y Cajamarca, hasta Arequipa y Cusco continúan sus efectos.


¿Y qué nos depara el futuro? Sin caer en un vacío optimismo ni expresar algún sarcasmo, en el futuro veo una oportunidad. Todo problema puede ser apreciado de diversas maneras, así por ejemplo, podemos aprovecharlo como ocasión para enfrentarnos o insultarnos, para distanciarnos y no comunicarnos, o para buscar culpables; y pienso que también podemos asumirlo como una posibilidad de mejora y de estrechar lazos, entre compatriotas en este caso.


La naturaleza, tan rica en todas partes del Perú, nos ha dado una lección: nos ha advertido que no debemos maltratarla, al contrario, debemos cuidarla respetando las márgenes de nuestros ríos y su monte ribereño, no cortando más árboles de los necesarios a fin de evitar la erosión del suelo, debemos dejar libres todas las torrenteras y cauces, sin ensuciarlos con plásticos, metales o toxinas que una inundación luego puede repartir entre casas y sembríos.


El futuro nos da la oportunidad de edificar un país seguro, con infraestructura y costumbres seguras, inaugurando una nueva forma de relacionarlos con la naturaleza, comprendiendo cabalmente que dependemos de esta y que si le fallamos nos golpeará, elevando nuestras exigencias electorales en términos cualitativos, exigiendo una política de Estado multisectorial, multinivel y permanente en temas de seguridad medioambiental, recordando que existen otros riesgos (como los movimientos sísmicos, repetimos) y, lo más importante: aprender de la experiencia.


Esta portada, cuya redacción terminamos, a diferencia de las anteriores no tendrá fotografías, aún cuando podría tener muchas. No es necesario, pues las imágenes de la problemática descrita las tenemos todos en nuestra memoria, porque estas se encuentran asociadas a la muerte de personas, de mascotas y ganado, a la destrucción y a la desolación. Nuestro respeto y solidaridad con las poblaciones afectadas. El Perú y otros pueblos de latinoamérica, hemos salido de peores situaciones. Superaremos también esta. El futuro nos ofrece una oportunidad, no la desperdiciemos.