sábado, 29 de diciembre de 2018

 

ANTE LA CRISIS SUSCITADA EN EL SISTEMA NACIONAL DE JUSTICIA: UNA VISIÓN HOLÍSTICA DE PAÍS, DE SERVICIO PÚBLICO, DE INNOVACIÓN Y DE APUESTA POR EL FUTURO


UN MOTIVO MÁS PARA SEGUIR ADELANTE


 

“El sistema nacional de justicia peruano vive un momento muy difícil. Recientes hechos han golpeado su credibilidad y autoridad de manera severa, arrojándonos a un espacio inseguro y lleno de dudas. Pero no todo es malo, aunque suene extraño. Entre la legalidad o ilegalidad del procedimiento para obtener medios probatorios; en medio de conversaciones, reuniones y citas sospechosas; rodeados de nombres que vienen y van, así como de cuestionamientos en todas las direcciones; con respuestas institucionales parciales, tardías y alguna oportuna; y con compromiso de casi todas sus secciones en los diferentes poderes y organismos del Estado; tenemos a un sistema de justicia que vive una de sus peores crisis.


Todos hemos sido afectados, en menor o mayor medida. El mínimo compromiso con el país, con su gente, tiene que hacernos conmover y preocupar. Y sin perjuicio del debate en torno a conceptos jurídicos aplicables a la crisis, nuestra sociedad está presenciando un escenario desmotivador, decepcionante, y que termina agitando voces imprudentemente violentistas, alguna de las cuales incluso ya proclaman opciones autocompositivas. Y al frente de todo, nuestra clase política sigue enfrentada, luciendo sus propias heridas y sin aportar un rumbo serio. Cuando el caso ODEBRECHT anunciaba no terminar, nos encontramos con esto.


La mejor respuesta que podemos ofrecer a esta crisis es la práctica de valores. Un primer valor es la ética, que nos permita rechazar cualquier práctica al margen de la Constitución y de las leyes, venga del empresario privado o del funcionario público, del activista político o del periodista, de las organizaciones de la sociedad civil o de los organismos del Estado. Un segundo valor es la sensatez, para no vivir del escándalo y la manipulación, y por el contrario, iniciar investigaciones contra los involucrados respetando los derechos fundamentales y los roles constitucionales y legales de los órganos del Estado. Un tercer valor es la prudencia, para no seguir impensadamente las generalizaciones apresuradas y falaces, sólo sustentadas en el escándalo y en el criterio de autoridad que otorga los medios, recordando que toda responsabilidad -penal, civil o administrativa- es personal. Si Usted cometiese un acto ilegal, ¿acaso toda su familia debe ser considerada responsable? Si en su barrio cinco personas son encontradas cometiendo un delito ¿todos los pobladores del lugar deben ser condenados?


Más de una persona que me lee, seguro podrá discrepar considerando como redundantes o agotadas las ideas anteriores. Yo le diría, si pudiésemos conversar, que existimos peruanos con valores en todas partes, que los vivimos en nuestras actividades, que estamos dolidos, y que no consideramos justo ser alcanzados por imputaciones de delitos dirigidas contra específicas personas. Si un profesor trata mal a un alumno ¿toda la escuela debería cerrar?, si el envío a domicilio que efectúa una empresa llegase tarde ¿la empresa deberá disolverse? Lo que pensamos, lo que queremos, es que el responsable de todo delito debe ser individualizado, procesado y condenado, si así resulta de lo probado. Es lo que debe ocurrir con la corrupción: no debe haber impunidad, trátese de un Juez, de un Fiscal, de un Ministro, de un Alcalde, de un ex Presidente, de un importante empresario, de un abogado litigante, o de quien se trate.


Más allá de los ejemplos, el extremismo siempre será la peor elección. Tolerar la corrupción genera una situación extremista por inmoral, que corroe a toda la sociedad; generalizar es una postura extremista por injusta, pues mancha la honorabilidad de cientos de inocentes; extremista es enarbolar la bandera de la justicia para legitimarse, pues se podrían generar en el pueblo expectativas que luego no se pudiesen satisfacer; extremista es también juzgar en un medio de comunicación sin un análisis serio y conjunto de los medios probatorios (que no corresponde a la prensa) y jugar con las mismas expectativas.


Pero vayamos más allá. Reivindiquemos una lectura interdisciplinaria para esta crisis. ¿Qué pensarán, qué sentirán nuestras chicas y chicos en las escuelas secundarias?, ¿alguien piensa en estos próximos ciudadanos?, ¿cuál será su visión sobre la ética pública y la corrupción dentro de cuatro, seis y ocho años?, ¿qué opinarán de los empresarios involucrados en el caso ODEBRECHT, de los audios de los miembros del CNM o de los congresistas que no recuerdan el nombre de su escuela o de sus ex compañeros?, ¿hasta qué punto esta crisis está marcando a los peruanos del futuro?


Y pensar en nuestros valores, en nuestros adolescentes, me recuerda a la palabra “educación”, aquella tan importante pero nunca valorada, tan desatendida por los sucesivos gobiernos y por la propia sociedad, tan determinante en la formación de la moral de un pueblo y de sus cuadros, así como en la diferenciación entre lo bueno y lo malo. Sin temor a equivocarme, creo que en la educación están las respuestas para muchos de nuestros problemas. El resultado tardará: ¿cuando nos pondremos a trabajar todos en ello?


Pero, ¿dónde está ese elemento positivo que anunciamos al inicio?, ¿puede haber algo de bueno en medio de un panorama tan sombrío, al centro de una problemática que recién empieza a mostrarse? Claro que sí. Nuestra actual coyuntura nos muestra la necesidad de apostar por los valores -los mencionados y otros-, y nos subraya que cualquier intención que proponga ello apuntará en la dirección correcta.


Mas allá de vanas, irracionales e injustas generalizaciones, somos muchos los peruanos que renegamos con los vaivenes éticos de empresarios privados y funcionarios públicos, que rechazamos los excesos de sectores de la prensa sobre la honra de personas correctas, que reclamamos una pronta y efectiva respuesta de nuestras instituciones, pero, sobretodo, que vivenciamos valores. Pensar es bueno, hablar es mejor, escribir es recomendable, pero el hacer lo es todo. Y nuestra plataforma multicanal ha recorrido los cuatro momentos siendo hoy una realidad (con más de un año al servicio de nuestros usuarios). Es también un aporte a la transparencia, a la lógica de servicio público abierto, a la predictibilidad y a la práctica de otros valores. Seguro muy pequeño, pero de eso de trata, de hacer bien lo que sepamos hacer y de seguir adelante.


Y si pues, toda esta crisis es un motivo más para seguir adelante. Y lo bueno de esta coyuntura somos nosotros, los peruanos, que podemos hacer las cosas bien y mejor. Lo bueno es nuestro trabajo, que podemos llevarlo con corrección. Lo bueno es nuestro futuro, que podemos diseñarlo con más prudencia. Hay una frase, según la cual “de peores situaciones hemos salido”, la cual yo reemplazaría para decir “hacia mejores situaciones podemos dirigirnos”. No me refiero a sueños, sino al trabajo y esfuerzo diarios. Es algo muy difícil, y por lo mismo más alentador. No aguardemos rápidos resultados, por el contrario, ofrezcamos trabajo. No esperemos que alguien nos diga cuando empezar, pues cada minuto, cada hora, son oportunidades para ello.


Por ahora, lo importante es que estamos en nuestro país, que somos peruanos y que nuestro futuro y el de los demás compatriotas depende de nosotros, de lo que hagamos y de lo que dejemos de hacer, del delito que sancionemos y del escándalo que no sigamos, así como de los valores que enseñemos y practiquemos. ¿Habrá un mejor motivo para seguir adelante?


Lima, 16 de julio de 2018.”